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A Christian Carol - Spanish
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Una historia navideña atemporal que renace con un mensaje de redención que brilla a través de la fe.
Ebenezer Roñoso, un amargado banquero de Topeka, descubre lo que sucede cuando la codicia ciega el alma y la gracia llama a la puerta. A través de las visitas de tres ángeles, se enfrenta a su pasado, a su duro presente y a un futuro inquietante, hasta que la verdad del amor de Cristo llega a su corazón.
Lleno de calidez, humor y dolor, Navidad: Tiempo para Cambiar combina el clásico de Dickens con la esperanza del Evangelio. No se trata de otra simple adaptación, sino de un viaje de la frialdad a la compasión, del yo al Salvador.
Duración: ~120 minutos
Número de actores: 22 papeles con diálogo + 5 sin diálogo + extras
Referencia bíblica: Lucas 2:10-11, Juan 3:16
Escenario: Topeka, Kansas: una pequeña ciudad estadounidense con ambiente de los años 40
Atrezo: escritorio de oficina, libros de contabilidad, estufa de leña, adornos navideños, bastón, disfraces de ángeles, vajilla pequeña, juguetes infantiles
Categoría: drama navideño / historia de salvación / adaptación
Sample Script – “Navidad: Tiempo para Cambiar”
Translated and adapted by Yolanda Torres from DramaShare’s “A Christian Carol©”
Escenario 1 – La Plaza del Pueblo, Topeka. Gente comprando, el narrador camina entre ellos, con una sonrisa cómplice. Se escuchan villancicos de fondo.
Narrador:
Un día como hoy trae a mi memoria los eventos que impactaron mi vida por causa de Ebenezer Roñoso en esta ciudad de Topeka.
El viejo Jacobo Martín estaba muerto: frío como una piedra. De esto no hay duda alguna. Claro que Roñoso sabía que el viejo Martín estaba muerto.
Roñoso y Martín eran socios por… no sé cuánto tiempo, del Primer Banco Nacional de Topeka, mucho antes de que yo llegara a esta ciudad.
(El narrador se detiene y finge comprar fruta en el mercado.)
Narrador:
Martín murió, y Roñoso tomó control de todos los detalles. Él mismo escogió el espacio en el cementerio y arregló que el pastor Díaz dijera algunas palabras.
Roñoso sabía que hacer el funeral en la iglesia era una pérdida de tiempo… además, si lo hacía allí, le pedirían un donativo.
El viejo Roñoso fue el único que asistió al entierro esa fría mañana de diciembre.
Tan pronto el pastor dijo las últimas palabras —“del polvo al polvo”—, Roñoso se dirigió al banco, esperando que el funeral no le hubiera hecho perder ningún negocio.
(Se detiene, mirando al público con media sonrisa irónica.)
Narrador:
Nunca nadie ha podido decir que él sea una fuente de generosidad. Cada vez que hay alguien en necesidad, ahí está Ebenezer… embargando la finca de alguien, ¡cuando no!
Podría ser un día caluroso de julio, pero ver venir a Roñoso por la calle con su bastón golpeando el suelo… es suficiente para formar hielo dentro del corazón.
Las luces bajan del narrador y suben detrás de la cortina, donde se ilumina la oficina del banco.
Narrador:
Recuerdo aquella víspera de Navidad. El viejo Roñoso se sentó en su silla negra en su oficina. Era una noche helada.
Escenario 2 – Oficina del Primer Banco Nacional de Topeka.
(Roñoso está sentado tras su escritorio; a un lado, su empleado Roberto Caballero anota cifras en un libro mayor.)
Narrador:
La puerta de su oficina siempre está abierta, pero no crean que es para recibir a la gente. ¡No! Es para vigilar a su contador, Roberto Caballero.
(Roñoso se levanta, revisa el fuego de su pequeña estufa y echa solo un trozo de madera.)
Narrador:
Roberto sueña con llenar la estufa, pero Roñoso guarda la leña bajo candado. Así recuerda a su empleado cuán afortunado es de tener trabajo.
(Entra Pedro, el sobrino de Roñoso, con una sonrisa alegre.)
Pedro:
¡Hola! ¡Feliz Navidad, tío! ¡Dios le bendiga!
Roñoso:
¡Bah! ¡Tonterías!
Pedro:
¿Navidad una tontería, tío? ¡No puede ser!
Roñoso:
¿Feliz Navidad? ¿Qué razón tienes tú para celebrar? ¡No tienes ni tres centavos a tu nombre!
Pedro:
Y usted, ¿qué derecho tiene de sentirse molesto? ¡Tiene más dinero que un perro con pulgas!
Roñoso:
¡Bah! ¡Tonterías!
Pedro:
Vamos, tío, ¿por qué quejarse?
Roñoso:
¿Qué esperas? Todo el mundo pierde la cabeza por la Navidad. ¡Feliz Navidad, felices Pascuas, tonterías como esas! ¡Molestias!
¿Qué significa la Navidad? ¡Comprar cosas que no se necesitan con dinero que no se tiene!
Pedro:
Pero, tío… es el tiempo en que celebramos el nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Roñoso:
¿Jesucristo? ¡Bah! ¡No me hables de religión!
Pedro:
Yo oro para que usted pueda salir de donde está… y tener una relación con Jesús.
Roñoso:
¡No me vengas con sermones, Pedro! ¡No es bueno para el negocio!
Pedro:
Tío, usted sabe que no quiero nada de usted. No le pido dinero, solo quiero que cenemos juntos mañana.
Roñoso:
¡No creo!
Pedro:
¿Por qué no? ¿Porque me casé?
Roñoso:
¡Porque te enamoraste! Ya he escuchado suficiente. ¡Adiós!
Pedro:
Feliz Navidad, tío… y si cambia de opinión, recuerde: siempre hay un lugar en nuestra mesa.
Roñoso:
¡Buenas tardes!
Pedro sale. Roñoso se vuelve hacia Roberto Caballero, que intenta no mirar.
Roñoso:
Y tú, Caballero, ¿por qué tan contento con la Navidad? Haces tres dólares a la semana, ¡y aún así hablas de celebrar!
Entran dos visitantes con papeles en la mano.
Mujer #1:
Buenas tardes, señor Roñoso. Venimos del Comité de Ayuda Cristiana. Buscamos apoyo para los necesitados en esta época—
Roñoso (interrumpe):
¿Apoyo? ¿De mí? ¡No me digas! ¿Ahora quieren sacar dinero de mi bolsillo para regalarlo a vagos que no trabajan?
Hombre #2:
No son vagos, señor. Solo han tenido mala suerte…
Roñoso:
¡Mala suerte! ¡Eso sí que es gracioso! ¡Fuera de aquí antes de que pierda la paciencia!
Los visitantes se miran, sacuden la cabeza y se van. Las luces bajan; el narrador regresa al frente.
Narrador:
Mientras tanto afuera, empezaba a caer la nieve.
Pero dentro del Primer Banco Nacional de Topeka, el único frío no era el del invierno… sino el del corazón de Ebenezer Roñoso.
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